Escribí el cuento "Entre dos aguas" a raíz del relato que me hiciera una mujer en el Delta del Paraná, su hijo , simpático, dicharachero, alegre y enamoradizo, cuando volvió de las islas Malvinas, no pronunciaba palabra, estaba atascado, bloqueado, inerme.
No lo conocí, ni él a mí, pero este es el cuento que escribí luego de escuchar a su madre contándome la situación.
ENTRE DOS AGUAS
¡Ahí está otra vez, la pechona de enfrente!
Todos los días lo viene a buscar. Y como él no quiere verla, hace como antes, cuando me traía regalos...
Yo creía que era mi amiga, hasta que Miguel la tiró en el pasto. Se creen que no me daba cuenta de lo que hacían... ¡Dale que dale con los besos! Después no los pude espiar más. Se iban en el bote o en la lancha. La pechona ésa quería que él la apretara con esos brazos enormes que tiene. ¡Eso quería!
A mí no me crecen para nada los pechos pero tonta no soy. El día del pasto Miguel vino muy tarde y se fue a la cama. Cuando me acerqué, me dijo: "vos, ¿no tendrías que estar durmiendo?". Entonces yo le dije que tenía frío en mi cama y que él estaba calentito. También que tenía miedo. Aunque eran mentiras, me creyó. Me abrazó con esos brazos enormes que tiene y yo me dormí.
"Sos la hermanita más linda del mundo", me decía.
Un día le conté que había una en la escuela que me rompía las cosas y se reía de mí. Entonces Miguel, al otro día me acompañó a la escuela. Me tenía muy fuerte de la mano. Le mostré donde estaba la mala y con esa voz de hombre que tiene, le dijo: "¿qué te pasa a vos?". La otra salió corriendo. ¡Cómo me reí! Ni la tocó pero se asustó tanto que no molestó más.
Cuando volvió, la abrazó a mi mamá y se puso a llorar. Nunca había llorado. ¡Pero ese día...!
Y no quiso hablar con nadie, ni conmigo.
Mi mamá dice que está enfermo. ¿Justo a él le tenía que pasar? Si le hubiera pasado al Alberto no me hubiera importado nada. Siempre está diciendo: ¡charleta, andá a jugar! Es un estúpido. Lo único que le gusta es leer. Mi mamá dice "este no nació para islero, pronto levanta vuelo". A mí no me importa que se vaya, total... En cambio Miguel... ¡Seguro que es lanchero como mi papá! Bueno, no sé. Eso era antes...
De noche, mientras duerme, grita y dice cosas que no se entienden. También se moja la camiseta. Como si tuviera fiebre. Mi mamá le seca la espalda y el pecho, y lo despierta. Mi papá dice "vaya a saber lo que habrá visto el pobre, no se cambia así por nada".
Hoy estoy más triste que nunca. ¡Tanto que me quería...! Y ahora... ¡Ni me habla! Está solo en el muelle de al lado.
Y yo en este muelle, también sola. Ni me mira.
El río está creciendo. Veo pasar plantas y maderas y cosas. Todas van muy rápido hacia el otro muelle.
Me vino una rabia que me agarré de la madera donde colgamos la cámara, y le grité muy fuerte:"Miguel, te odio. ¡Te volviste muy malo! No te quiero más".
Y me tiré. Me quedé flojita, flojita y me dejé llevar por la corriente, hasta que escuché
¡¡¡Anita, no!!!
Y se zambulló?
por Omi Fernández
Publicado por primera vez en la Revista VOSOTRAS en 1987
Republicado en el libro de cuentos (Dólmenes - Editorial Dunken - 2008
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