El año 2013 será recordado por la pérdida de un ser extraordinario
que tuvo un liderazgo sin precedentes en su país de origen, y que
logró instalarse en las mentes de hombres y mujeres de todo el mundo
por su convicción y accionar.
Nelson Mandela había nacido en South Africa el 18 de julio de 1918.
Estudió abogacía y en sus comienzos tuvo dos opciones: ser un
abogado exitoso del apartheid o defender a su gente de la injusticia.
Eligió esto último.
Hasta antes de 1948, la población blanca en sudáfrica era del 20%,
la de color era ampliamente mayoritaria mas no unificada porque
estaba formada por varios grupos que hablaban distintas lenguas y
mantenían sus costumbres. Aunque con ciertas restricciones, podían
votar y compartían lugares y transportes con los blancos. En 1948 el
partido nacional asume el poder e impone una serie de leyes de
segregación racial con el objetivo de asegurar la supremacía blanca
y relegar a la gente de color a la zona rural. Este partido racista
consideraba que los negros no eran ciudadanos, por lo cual no podían
asumir cargos públicos, ni viajar en vehículos públicos que
utilizara la población blanca, ni ingresar a recintos cerrados tales
como bares, cines, restaurantes, etc., estaba prohibido el casamiento
interracial y era castigado como delito la actividad sexual entre
personas de distinta raza, obviamente, en ese contexto la actividad
política exigía la clandestinidad, y ésta implica fuertes
convicciones tanto en lo conceptual como en la asunción de los daños
físicos que podrían acarrearle sus actividades.
En educación los establecimientos de enseñanza estaban divididos,
los correspondientes a los niños de color recibían una inversión
menor al 10% del presupuesto que se destinaba a las escuelas de niños
blancos. Se estimaba que siendo una raza inferior era una pérdida
para el país invertir en educación.
La misma discriminación se vivía con respecto a la atención
médica, los hospitales en los que se atendía a los negros estaban
pobremente equipados y sin los insumos mínimos requeridos.
A raíz de esta discriminación inhumana y cruel, surge en el año
1952 la figura de Nelson Mandela predicando sobre la “desobediencia
civil” que significaba no acatar las prohibiciones legales pero en
forma pacífica. Pero, no hay que confundirse Mandela eligió el
pacifismo por convicción y no por miedo. Demostró ampliamente su
fortaleza en el injusto juicio en el que se determinó su
encarcelamiento y, también, su espíritu incorruptible durante los
27 años que estuvo preso, cuando el gobierno de Sudáfrica le
ofrecía un pacto para liberarlo antes de tiempo (y evitar la
vergüenza internacional) y Mandela se mantuvo firme en su posición
de que la libertad debía ser completa y sin condicionamientos. Su
encarcelamiento, sobre todo en los primeros años no fue un lecho de
rosas, sufrió torturas y vejámenes como les ha pasado a todos los
líderes políticos en reclusión.
Lo que nos seduce ampliamente es su capacidad de sobreponerse a sus
enemigos, y anteponer el pensamiento del país por encima de su
venganza particular.
Uno de los problemas que tuvo al asumir el gobierno de su país, fue
que sus seguidores no podían entender cómo no tomaba represalias
contra sus captores y verdugos. Lo incitaban a segregarlos y
demostrarles su desprecio, sin embargo, Mandela no cedió su
posición.
Cuando el conocido analista político argentino Pedro Brieger fue
convocado por la cadena CNN en español para que expresara su opinión
sobre la muerte de Mandela, dijo que hoy todos los gobernantes
hablaban de Mandela como el gran líder pacifista pero que no había
que olvidarse que durante décadas EEUU lo consideró un terrorista y
muchos de los líderes actuales que lo alaban, estuvieron de acuerdo
con el apartheid, distingue al Mandela revolucionario del principio
del Mandela gobernante luego de salir de la cárcel.
La figura de Mandela nos impresiona a todos por muchos motivos. Está
el líder del movimiento armado contra el apartheid, el promotor de
la “desobediencia pacífica”, el preso político que pasó los 27
años más intensos de su vida adulta en una cárcel yl gobernante de
sudáfrica que promovió la paz dando por tierra el “ojo por ojo”
pedido por sus seguidores para unificar el país.
También debemos recordar otros aspectos no tan conocidos como fue su
aporte en la lucha contra el SIDA, un verdadero flagelo para África.
En el film de Clint Eastwood “Invictus” se refleja muy bien cómo
utilizó el deporte como herramienta para unir a la gente de su país
que, sabemos, está compuesta no sólo por dos razas sino también
por muchas culturas e idiomas lo que hace muy dificultosa su
integración.
El escritor chileno Ariel Dorfman escribió: “Porque justo
cuando pensamos que no se lo podía venerar más, justo entonces
decidió no eternizarse en la presidencia. Decidió dar un ejemplo de
probidad y confianza en la democracia. Uno de los hombres más
populares del planeta y un ídolo en su país prefirió no acumular
todo el poder en su persona, prefirió preparar a su patria para el
momento inevitable de su desaparición.”
Publicado en Revista Aquende Diciembre 2013