Los lectores de la Revista Aquende están familiarizados
con las notas firmadas por “El pibe Chacarita”, ya que desde hace
treinta años colabora, mes a mes, con este medio gráfico
insuflándole una cuota de melancolía por los tiempos pasados en el
barrio.
Los vínculos afectivos que él creara en su niñez y en
su adolescencia aparecen, una y otra vez, como si no tuvieran fin en
la medida en que “les da hilo”, como decíamos cuando éramos
chicos y remontábamos un barrilete.
Sin lugar a dudas, son artículos con un color y un
aroma particular. En ellos está presente el porteño de barrio de
los años 40 y 50, así como también una suerte de historia tanguera
ya que en la mayoría de sus notas hay referencias a las letras de
tangos que se ajustan al tema del que se ocupa.
El tango no podía
estar ausente en esta remembranza que nos impide olvidar un Buenos
Aires que ya no es, pero que sin embargo está presente en la memoria
de muchas personas, especialmente si ya han pasado los 60 años.
Por otra parte, es novedoso para los jóvenes que no
vivieron ni los encuentros en el bar de la esquina, ni los consejos
que en esos bares los adultos mayores les daban a los jovencitos, que
los escuchaban y los consideraban sus ídolos. Porque los niños de
hoy no conocen jugar al fútbol en mitad de la calle, ni de las
lecherías, ni de los pianos que se escuchaban en la calle
provenientes de las casas con balcones a la vereda.
Quien firma las notas como: El Pibe Chacarita, vivió
una época en que los argentinos confiábamos en nuestros vecinos, en
que los abuelos eran escuchados y valorada su experiencia, en que las
familias vivian en casas grandes con patios llenos de macetas y
habitaciones de cinco por cinco que permitían que tres generaciones
estuvieran juntas compensando las carencias de una con las otras y
sin molestarse mutuamente por la estrechez de los ambientes.
Hoy, los departamentos pequeños o incluso de dos y tres
ambientes, resultan insuficientes para que la familia conviva y ni
hablar de tener mascotas.
Todo esto está contado en el libro “Gente del Barrio”
de “el pibe Chacarita” el primero de una serie de publicaciones
que bajo el título de “Colección Porteños” sale a la calle de
la mano de editorial Aquende.
Ahora, ¿Quien es el pibe Chacarita? Es el ingeniero
Héctor Moretti, que nació en la calle Fraga 311 del barrio de
Chacarita un 22 de febrero de 1933, aunque a los pocos meses se mudó
a Guevara 475 donde creció hasta su emancipación.
Su padre era argentino y estaba empleado como cuidador
del cementerio del Oeste y su madre era una inmigrante italiana que
llego a los dieciseis años, de esta unión nacieron tres hijos:
Arnaldo, Nelly y Héctor.
Poseedor de una gran memoria -que su edad no ha podido
derrumbar- ha vivido su niñez y adolescencia en este barrio del que
no puede cortar amarras porque en cada línea que escribe se percibe
su amor y esta facultad, la memoria, y este sentimiento, su amor al
barrio, le han permitido durante 30 años que mes a mes tuviera la
posibilidad de contarnos una historia nueva.
Es curioso que aunque suele disculparse por los errores
que puede cometer a raíz de su edad, su cabeza sea una especie de
cueva llena de tesoros que va sacando y enhebrando reconstruyendo la
historia del barrio y sus habitantes.
Se mencionan las familias más renombradas e influyentes
que tuvo ocasión de conocer, así como también las anécdotas
jugosas y pintorescas de personajes tales como “El acróbata ruso”
que por supuesto no era ni ruso ni acróbata, las casitas de Lutz
Ferrando, un conjunto de viviendas interconectadas puesto que las
medianeras eran muy bajas, la creación del Sporting Social Club en
Dorrego y Guevara, las clases de piano del maestro Yula, los
actividades ilegales de ”Pepe el quinielero” quien, en una
oportunidad, evitó ir a la cárcel tragándose todos los papelitos
con los números de las apuestas.
En estos relatos no podían estar ausente la familia
“Anconetani” conocidos hermanos luthiers de acordeones a piano
que a través de los años han mantenido el oficico de sus ancestros
y, en la actualidad, hicieron un Museo del Acordeón cuya historia se
puede conocer en este museo.
Los mejores intérpretes de este instrumento, tales como
Antonio Tarragó Ros y el Chango Pasiuk -por nombrar sólo a los más
conocidos- son asiduos concurrentes al negocio de los Anconetani
tanto para comprarlos como para arreglarlos, en muchos se puede ver
grabado este apellido en la parte de adelante del acordeón.
Las familias que residen en Chacarita desde hace muchos
años encontrarán sus apellidos homenajeados en el libro, así como
también los negocios tradicionales y por todos conocidos.
Es un libro nostálgico y al mismo tiempo alegre y
divertido, que rinde homenaje con la intención de mantener vivo el
recuerdo de ese Buenos Aires del que Moretti da testimonio en estas
páginas.
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