Los
amigos, decía mi abuela, se cuentan con los dedos de una mano y siempre te
sobra alguno.
Porque
amigo es aquél a quien uno se acerca para desnudar su alma, con quien
compartimos actividades ya sean deportivas o de cualquier otra índole.
Un
amigo es aquél a quien uno acude en los grandes momentos de felicidad para
compartir la alegría, es el que está en nuestro casamiento, en el nacimiento de
nuestros hijos, en la obtención de un título, ayudando en la mudanza o en el
festejo de un nuevo empleo.
Es
a quien le confiamos un conflicto en la seguridad de que será un interlocutor válido,
es decir, que no nos palmeará la espalda sin más, sino que será quien nos ayude
a analizar una situación y sopesar los pros y los contras, tomando distancia
del problema y buscando la actitud o comportamiento más conveniente para
solucionarlo.
Es
el que nos alienta a conseguir nuestros objetivos, el que nos infunde fuerza
cuando flaqueamos o queremos abandonar un proyecto que no está resultando como
nosotros esperábamos.
Un
amigo es el que festeja nuestros triunfos porque se siente parte del logro y
huelgan los sentimientos de celos y de envidias, que solo aparecen cuando no
nos sentimos identificados con el otro.
Es
quien nos acompaña en los malos momentos, cuando el dolor por una pérdida nos
traspasa, es el que se queda toda la noche cuando despedimos a nuestros padres.
Es
el que cuando le contamos un problema con nuestra pareja, nos hace ver que
estamos poniendo toda la culpa afuera sin hacernos cargo de nuestros errores.
Es
aquél con quien no necesitamos hablar a diario, porque existe la plena
convicción de que estará para nosotros cuando lo necesitemos.
Y
en esta amistad íntima y vital, hay dos valores insoslayables: la confianza y
la reciprocidad. Porque para poder entregarnos debemos confiar. Un amigo es
nuestra contraparte, la otra cara de la moneda y, por lo tanto, un integrante
de nuestro círculo privado. No existe la
amistad despareja, cuando uno da, se entrega, aporta y el otro se dedica a
recibir, la relación esta basada en el egoísmo y no se mantiene en el tiempo.
De ahí que sea condición “sin equa non”
la paridad.
Hay
adultos de la tercera edad que mantienen los amigos del jardín de infantes. En
esos casos, que no son muy comunes es verdad, hay una vida recorrida de la mano
de un testigo, a quien no podemos engañar con subterfugios porque nos conoce
del derecho y del revés.
En
la infancia dos chicos se ven por primera vez y es muy común que uno le diga al
otro: ¿Querés ser mi amigo? Y que el otro le conteste afirmativamente sin
resquemores de ninguna naturaleza.
Con
los años nos volvemos más selectivos y elegimos con más cuidado pero hasta en
edades avanzadas se pueden crear relaciones fuertes si se cumplen ciertos requisitos.
Cuando
el cantautor brasileño Roberto Carlos cantaba “quiero tener un millón de amigos”, eran impensables
la redes sociales, un fenómeno sociológico que las nuevas generaciones dan por
sentado y que no imaginan -o les resulta muy difícil hacerlo- que sus
antecesores vivieran sin ese nivel de comunicación diaria. Es más, hay una gran
parte de la sociedad, los llamados “adultos grandes” que no manejan computadora
por lo cual, para ellos, estas redes son un misterio.
Por
el contrario, es común hoy día, ver parejas en las confiterías que en lugar de
estar conversando, está cada uno con la vista fija en su celular leyendo o
enviando mensajes de texto.
Otro
tanto ocurre con los grupos de amigos, mesas de cuatro en las que no se
comparte nada. Se igualan las actitudes, cada uno está leyendo la pantalla de
su teléfono portátil.
Facebook,
Twiter o cualquier otra de las redes tan en boga en este momento, establecen la
cantidad de amigos que tiene una persona, obviamente cualquier celebridad tiene
una lista muy abultada de gente en su perfil, pero vayamos a la Real Academia Española, y
veamos sus definiciones de contacto, conocido y amigo:
Contacto: en su cuarta acepción es
sinónimo de enlace (persona que tiene relación con otras,
especialmente dentro de una organización).
Conocido:
Persona con quien se tiene trato o comunicación, pero no amistad.
Amigo: Que
tiene amistad. (Amistad: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con
otra persona, que nace y se fortalece con el trato.)
Si
nos atenemos a estas definiciones, queda claro que la lista de amigos que todos tenemos en las redes sociales, está
compuesta por los amigos de nuestros amigos, que a su vez tienen en sus listas
a los amigos de los amigos. En resumen, el grueso de esos nombres apenas se
conocen. En muy pocos casos es de amigos, en algunas alcanzan la categoría de
conocidos y en su gran mayoría son contactos, con quienes no tenemos ni el
trato ni la confianza para “contactarlos” en caso de necesitar un “Amigo”.
Por
eso yo no quiero tener un millón de amigos, sino unos pocos pero buenos. Y en
este mes de Julio al celebrarse el día del amigo los invito a usar el teléfono
y provocar el contacto “face to face”, recuperar
el encuentro cara a cara, donde la resonancia que tienen nuestras palabras en
el otro las veamos reflejadas en su mirada, usemos los mensajes cortos de texto
vía celular y los mensajes masivos por vías electrónicas para acordar
encuentros y rendir homenaje a este día tan importante para nuestra vida
afectiva.
Publicado en Revista aquende Julio 2014
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