lunes, 27 de agosto de 2012

Comentario del Libro "Lo que deja la marea"

LO QUE DEJA LA MAREA de Marta Rosa Mutti (Dunken - 2012) es una novela coral. Una multiplicidad de voces, a la manera de un canon, van revelando una historia llena de ocultamientos, verdades a medias, conflictos sin resolver.

El leit motiv es la búsqueda de la identidad, una condición que se desvanece en los inmigrantes que llegan a un país extraño -en este caso desde Italia- y se encuentran con que todo es diferente, los hábitos, las costumbres y hasta el idioma.

En 132 páginas accedemos a una saga de cuatro generaciones (desde Dante hasta el padre de Lucía) y esta síntesis es patrimonio de los poetas. Marta Rosa Mutti es poeta y se respira en todo el texto. Al leerla recordé una saga maravillosa que fue Al Este del Paraíso de John Steinbeck (la novela no la película que es solo una parte de la historia). Las sagas tienen la particularidad de mostrarnos y de que entendamos más claramente los problemas humanos, que en general son lo que nos heredan los padres y abuelos y los que les heredamos a nuestros hijos, nietos... y la lista seguirá pero no la veremos por cuestiones de reloj biológico.

Dante es el cuello de botella de sus ascendientes. En él recae todo el peso de quienes no hablaron, empezando por su hermano y su madre que ante la desaparición del padre, quien “se esfumó con la violencia que determina el silencio de no decir una sola palabra”, deciden actuar como “si aquí no ha pasado nada” y él siendo un niño de cinco años, resulta el emergente de una situación familiar incomprensible y enmudece, sólo por unos pocos meses, los suficientes para que entable un diálogo consigo mismo y reconozca que “Sí, ahí nacieron las voces porque había que hablar para adentro.” Esas voces internas son quienes lo llevarán a inmiscuirse en el pasado “No sé si las voces vinieron o si yo las hice aparecer. Quiero pensar que me buscaron”. Dante crece como un chico taciturno, reflexivo y un tanto melancólico, buscando la razón por la cual su padre desapareció.

Su hermano mayor, Mariano, es un personaje muy bien delineado, un negador que hace causa comun con la madre, sin rebelarse, ni siquiera con preguntas. Se enfrasca en el trabajo y consigue recuperar las tierras del abuelo pero está tan inhabilitado para la entrega como Dante. Porque los dos hermanos viven con una culpa no dicha y cada uno la tapa como puede.

Son las voces de Dante las que lo llevarán a visitar a las hermanas de su abuela, y con los relatos que va reuniendo accede a los hechos ocurridos comprobando que nada es lo que parecía.

Su búsqueda revela a un abuelo amoroso e inteligente que se dedica a su hijo (Marcos) con dedicación y ternura, a una abuela egoista (Lucía), incapaz de amar y de esa unión nace su progenitor, que fue arrancado de la niñez de cuajo al ser testigo del asesinato a quemarropa de su propio padre.

Los conflictos sin resolución se suceden de generación en generación, sin que “nadie se atreva a dar la cara y acabar con ellos o resolverlos con apenas darle el lugar que reclaman”.

Las especulaciones de las víctimas del silencio, son como los fantasmas que los chicos agigantan en las sombras de la noche. Se vuelven terroríficos y en la mayoría de los casos, muchos peores de lo que en realidad son. Del mismo modo, muchos adultos necesitan dormir con las luces encendidas para ahuyentar a los monstruos. Y la esperanza es la que prima porque “si la marea se va pero luego, da la oportunidad de la vuelta, se podía esperar”.

Desde el punto de vista formal, la novela está construida con retazos de voces sin continuidad cronológica que el lector debe armar como un juego de ingenio. Es para lectores atentos, avezados, que disfrutan con la reconstrucción de la trama, no es para cómodos.

Además, aparecen relaciones de personajes secundarios que aunque están ligados a la trama, crean la sensación de germen para otra novela, tal es el caso de la íntima conexión entre Denise y Paulina, que nos crea la inquietud de saber qué razones no mostradas origina ese “disfraz de amistad”.

Todo el texto es una búsqueda de la propia identidad, inserta en nuestro pasado y en sus antecesores, y un encontrar el camino a recorrer para darnos permiso para entregarnos al amor, ese amor que “es demasiado complejo, es una proporción entre lo que traemos y lo que somos capaces de dar.”

Omi Fernández


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