Salvador Debenedetti,
prestigioso arqueólogo y antropólogo argentino, fue quien en 1902,
propuso instaurar el Día del Estudiante y, para homenajear a
Sarmiento, eligió el 21 de setiembre de 1888, que fue cuando se
repatriaron los restos desde Asunción del Paraguay donde había
fallec ido.
Año tras año, los
adolescentes inundan las calles de ciudades y pueblos, contagiando su
algarabía así como alterando las tranquilidad de los adultos con
sus gritos y risotadas que, no son tan terribles por cuanto a casi
todos, nos traen recuerdos de los tiempos en que éramos los
protagonistas de esos festejos. No asistir a clases, hacer los
preparativos para ir de picnic, armar los paseos por los bosques de
Palermo o, simplemente, reunirse para comer pizza.
Según la Organización
Mundial de la Salud, la juventud es el período que abarca desde los
10 hasta los 24 años y que incluye la pubertad, la adolescencia y la
juventud propiamente dicha. En estas etapas el cuerpo resiste
cualquier embate y el alma confía plenamente en que todo sueño es
realizable.
Un abanico enorme se abre
y, como las publicidades panorámicas de lugares exóticos, nos vemos
a nosotros mismos creyendo que no hay límites para nuestras
elecciones, cualquier carrera que decidamos estudiar podría tener un
resultado exitoso, cualquier proyecto de vida que imaginemos puede
hacerse realidad. El mundo es nuestro y nos lanzamos sin miramientos
a tomarlo.
Sin embargo, al empezar a
transitar ese camino que parecía inabarcable advertimos que se
presentan inconvenientes, que cada elección es un riesgo, que cada
decisión que tomamos implica una serie de responsabilidades que
debemos asumir, que no disponemos de todas las cartas del mazo y que,
el espectro que se desplegaba como la cola de un pavo real, va
perdiendo colores, posibilidades, a medida que avanzamos.
Tener la fuerza vital de
los jóvenes y la experiencia de los veteranos es un sueño del que
ya nadie habla porque se ha comprobado que es irrealizable, aquí y
allá se escuchan algunos chistes al respecto, pero nadie los toma en
serio. Y es que como las estaciones del año, la juventud es una
etapa a la que le sigue otra, luego otra y así hasta los últimos
días. Por eso es fácil añorarla pero muy difícil saber lo que
significa en el momento en que la estamos viviendo.
El 21 de setiembre
también es el inicio de la primavera, el reverdecer de las plantas,
la explosión floral, el clima ideal para los enamoramientos y un
optimismo emanado de lo anterior que nos permite alejarnos de
tristezas y bajones con la sensación de que, en nuestras vidas
también tendremos más luz, será mayor la paleta de colores que nos
regala el entorno, que nos vestiremos con ropa más clara, que
abriremos las ventanas de par en par (aún cuando el calor todavía
no se haya hecho presente) y apostaremos nuestras esperanzas con la
fuerza de vivir el presente proyectándonos hacia el futuro.
Y, también, es el “Día
del Barrio de Colegiales"
instituido a partir del 21/9/1863 por Ley
1060, sancionada el 18/09/2003 por la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Para los nativos y residentes de esta
zona, resulta una fecha curiosa en la cual se reúnen las tres
fiestas: la del estudiante, la de la primavera y la del barrio, todas
engarzadas con una historia que se origina en la literatura.
Miguel
Cané inmortalizó literariamente el barrio de Chacarita en su novela
“Juvenilia” publicada en 1884, donde contaba las andanzas que los
estudiantes del Colegio San Ignacio (hoy Colegio Nacional de Buenos
Aires), vivían en el predio llamado “La Chacrita de los
Colegiales”. Esta era una antigua estancia jesuítica que
pertenecía a la Compañía
de Jesús y era utilizada como
quinta veraniega por el alumnado de esa institución.
Es
de destacar que el barrio llamado “La Chacrita de los Colegiales”
en sus orígenes al principio abarcaba tres barrios actuales:
Chacarita, Colegiales y Villa Ortúzar, que eran áreas suburbanas,
poco pobladas, con grandes quintas de fin de semana, de ahí el
término Chacrita, de chácara, voz quechua que significa granja,
quinta. Con el correr de los años, la ciudad de Buenos Aires creció
en cantidad de habitantes, los barrios que se consideraba que estaban
en “las afueras” se integraron y paulatinamente se fueron
dividiendo hasta llegar a nuestros días en que el barrio de
Colegiales está circunscripto a las calles Av. de los Incas, Av.
Elcano, Virrey del Pino, Av. Cabildo, Jorge Newbery, Crámer, Av.
Dorrego y Av. Álvarez Thomas y Av. Forest, con más de 56.000
habitantes.
Todos somos o
fuimos alguna vez estudiantes, y no supimos que estábamos viviendo
una época sin más compromisos que ir al colegio, estudiar y tener
un comportamiento adecuado a los ojos de nuestros padres.
También hemos
transitado la juventud ignorando que en esa etapa podíamos soñar,
proyectarnos hacia el futuro sin los límites que nos imponen las
responsabilidades y disfrutando de un físico con elasticidad
muscular y resistencia para encarar el deporte que quisiéramos, con
la mente fresca para iniciar la carrera que se nos ocurriera, es
decir, adecuado para cualquier contingencia.
Son etapas
pasadas que cada uno vivió como pudo según las circunstancias que
lo rodeaban pero todos, tanto jóvenes como mayores, compartimos esta
época del año disfrutando la luz del sol que se prolonga
brindándonos días más largos, la temperatura caldeada y una
sensación renovada cada año de que todo puede ser mejor.
Publicado en Revista Aquende Setiembre 2014
Publicado en Revista Aquende Setiembre 2014
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